A través del espejo

Es evidente que la capacidad de seducción que podamos tener las personas es exageradamente útil en todas las circunstancias de la vida, tanto en el ámbito personal como profesional.   Los abogados, políticos o vendedores son un buen ejemplo de lo necesario que es saber transmitir a los demás exactamente aquello que queremos conseguir. Debido a que hay personas que tienen tal poder de convicción que acaban «manipulando» a quien les escucha, habremos comprado, en alguna ocasión, cosas que después acabamos desechando porque no eran realmente lo que queríamos. No tenemos porque sentirnos engañados, en tales casos, sino simplemente «víctimas» del poder de seducción de otra persona.  

Si trasladamos esta capacidad que algunos tienen a nuestra vida personal, será fácil entender cómo funciona el «ascensor social», que permite a algunos hacer valer su encanto para encontrar quien lo valore y obtener, así, con mayor facilidad sus objetivos.  

Nos encontramos, pues, a diario, en múltiples situaciones que permiten demostrar esta habilidad para convencer no sólo a quien puede estar indeciso sino, incluso, a quien cree tener claro lo que quiere.  

El poder de convicción es una herramienta útil para obtener logros personales y profesionales, que se mejora con la práctica. Sin embargo, diría yo que hay que tener unas condiciones innatas para poder desarrollar este potencial que es la habilidad de usar las palabras y el lenguaje no verbal en aras a conseguir nuestros propósitos.  

El truco está en descubrir cada uno cuáles son sus talentos innatos y desarrollarlos convenientemente. Un músico, por ejemplo, puede ser excelente pero si no tiene habilidad para promocionarse o no encuentra quien realice debidamente esta actividad puede que no lo descubran nunca. En el fondo, hay que saber «venderse» de cara a la galería.