Me llamaban Laura y mi andadura por la tierra fue breve, apenas 18 años.
Acababa de celebrar mi mayoría de edad en una fiesta que duró todo un fin de semana en Estelle Manor a la que acudieron todos mis amigos.
Chris, al principio, no se sentía nada cómodo entre mis amistades, pero acabó acostumbrándose a sus conversaciones superficiales y a nuestro calendario anual de fiestas a las que nunca asistían nuestros padres, pero que siempre pagaban con generosidad probablemente para compensar la mala conciencia que les pudiese provocar no pasar tiempo con sus hijos.
Eligieron la fotografía de mi graduación y dos “L” doradas. Ni yo podría haberlo hecho mejor; era totalmente minimalista.
Solo mi madre, desconsolada, estaba allí para despedirme. Mi padre quién sabe dónde estaba. A lo mejor te preguntarás por qué te explico esto cuando empezaba a presentarte a Chris.
De repente, mi vida dio un giro inesperado que hizo que todo pudiese esperar. Lo urgente iba primero y en aquel momento lo urgente era organizar un rescate en un velero de lujo que mi padre había encargado para celebrar que le iban a absolver de un delito de estafa por el que habría podido pasar el resto de su vida en la cárcel.
También puedes preguntarte por qué sabía que lo iban a absolver y la respuesta es muy evidente: por soborno, como funcionaba casi siempre la vida de Mike. No había nada que no pudiese conseguir con dinero.
Espero no ir demasiado rápida explicándote tanta información aparentemente inconexa pero aún tengo muchas cosas que ordenar en la cabeza y con la perspectiva de tener toda la eternidad por delante, el concepto prisa ya no existe.
Me había quedado en el rescate. Yo estaba completamente dormida, aunque no acostumbraba a dormirme tan rápido. Tal vez fuera por estar de vacaciones, por el mensaje de buenas noches de Chris, quién sabe y, además, qué importa ahora. Poco a poco me iba hundiendo en la profundidad: no oía rugir el viento ni el estruendo que se había producido.
Me podría haber quedado allí para siempre pero no todo ocurre cuando y como queremos. Eso lo sabía bien desde que intenté suicidarme cuando tenía 15 años. Realmente hacía poco que había ocurrido, apenas 3 años, pero habían pasado tantas cosas desde entonces que era como si hubiese transcurrido toda una vida.
Mi madre me encontró a tiempo de salvarme. Varios días de hospital y unos cuantos meses de terapia y aprendí que yo no tenía la culpa de tantos silencios en casa. Tenían una explicación que nadie me había dado y que obtuve al fin.
Nicole tenía 19 años cuando conoció a Mike, que tenía 18 años más que ella. Fue en un torneo de golf en el que él participaba y ella asistía como modelo de una conocida marca deportiva. Mike le dejó una nota y ella lo llamó. Si no lo hubiese hecho, tal vez no me estarías leyendo ahora.
Sea por casualidad o no, Nicole consiguió acabar con uno de los solteros de oro. Seguramente lo podrían haber solucionado de otra forma: un aborto, otro soborno… pero lo cierto es que tal vez Mike se sentía solo y quería tener a alguien cerca.
Ni Nicole sabía como era Mike ni él sabía como era ella ni le importaba. Si ella lo hubiese sabido, podría haber huido, pero no lo hizo y si él lo hubiese sabido, posiblemente no habría cambiado de plan porque siempre hacía lo que le daba la gana, o al menos eso pensaba yo.
A Mike no le preocupó mucho mi intento de suicidio, pero yo en aquel momento no veía otra salida a una vida anodina con una madre que vivía gracias a un bote de pastillas del que no se separaba y con el que debía querer esconderse de la realidad de un matrimonio miserable.
Nicole pronto descubrió que a Mike sólo le interesaba una cosa en la vida: el dinero y todo lo que con él podía conseguir: prostitutas, negocios… con su grupo de incondicionales, formado por un abogado sin escrúpulos y un banquero corrupto, era lo más alejado de un buen padre que cualquier persona pudiese imaginar.
Seguramente sería narcisista pero ahora eso ya no importaba mucho. No era más que un cadáver, uno más. Al día siguiente el mundo se enteraría de lo que le había ocurrido al gordo de Mike. Tan felices se las prometía en sus vacaciones para estrenar su espectacular yate, el último premio de su vida y, sin embargo, esta vez sus planes habían salido al revés. ¿Sería el karma?
Después me enteré de que todo había sido un sabotaje. En la cena, el cocinero, Lionel, nos había intoxicado y a unos nos hizo más efecto que a otros y por eso unos se salvaron y otros nos dormimos, sin más. Tras la muerte te conviertes en un ser incorpóreo y por eso lo puedes ver y oír todo ocurra donde ocurra. No eres ni un fantasma; eres una nada.
Lionel también murió. ¡Qué suerte tuvo! Si no, le habría esperado un futuro aciago en la cárcel.
Pobre Nicole. O tal vez no tan pobre; las segundas oportunidades no sonríen a todos. A ella le quedaba Sam, su entrenador personal, que también se había salvado. No era muy normal irse de vacaciones con el entrenador, ¿cierto? Pero a estas alturas seguramente había ya algo más entre ellos igual que lo había entre Mike y las esposas de su abogado y su banquero, aunque esto ellos no debían saberlo.
Y pobre Chris también, o no. A saber, qué podría depararle la vida. En el fondo, yo no era tan feliz como sabía aparentar cuando estaba con él. Nos encontramos en la playa hacía 2 años. No recordaba haberle visto nunca antes y era extraño porque en nuestro club de vacaciones rara vez había alguna novedad. No tardamos en gustarnos; él no sabía quién era Mike, así que tal vez era el único que no buscaba su dinero y ahora sólo tiene una fotografía y 2 “L” a las que ir a visitar hasta que pase página, cosa que a mi en la eternidad no me está permitido.