A través del espejo

Hoy es jueves y aún me duele casi todo; después de que la semana pasada estuviese realmente triste porque falleció el sr. Albaigés y eso me dolió en el alma, esta semana es el dolor físico el que fastidia.
Resulta que el lunes en mi destino me tropecé con una descerebrada que en lugar de frenar, aceleró y se empotró con la parte trasera de mi coche. En ese momento, a parte la incredulidad, no me preocupaba nada; no me dolía nada y sólo estaba cabreada con una chica, que encima tuvo el morro de decirme que no lo había hecho a propósito. Faltaría más!!!
A las pocas horas, ya era bien distinto: empezaron los pinchazos en los oídos, el dolor de cabeza en la frente; al día siguiente la columna, los omóplatos, un brazo; al día siguiente, el otro y así hasta hoy. El ibuprofeno ha conseguido que mi estómago se vuelva medio loco y eso a falta de tomar algo más fuerte, que estoy intentando evitar.
Nunca había tenido ningún accidente y ya tengo 40 años pero de éste seguro que me voy a acordar. Era el primer día de mi nuevo trabajo y después de la primera noche en que pude dormir después del susto de saber que el sr. Albaigés había fallecido pero en fin, una de cal y otra de arena.
Mucho he reflexionado estos días no sobre la muerte, que es inevitable, sino sobre por qué la muerte se porta mal con personas que han aportado tanto . No lo lograré entender. Y aunque estos pensamientos no abandonen mi mente, a veces la realidad y la vida cotidiana pone en un plano muy distinto estas “rabietas” de incomprensión e incredulidad y las preocupaciones físicas que el cuerpo te da… Esperemos que unas y otras pasen pronto o al menos se alivien porque parece que algunas tenemos cerebros predestinados a sufrir…