A través del espejo

Está claro que en la vida cotidiana asumimos riesgos de lo más diverso. En la mayoría de las ocasiones, lo hacemos sin tener conciencia de ello. Sin embargo, a veces, sí hay que pensar antes de actuar de forma impulsiva.
 
Últimamente, ha habido varios casos de personas que se han enfrentado a desconocidos en actitudes violentas y han salido muy mal parados. No hace mucho, en un foro sobre el tema, me criticaron abiertamente por defender que era mejor no inmiscuirse en asuntos ajenos, precisamente, porque no tienes ni idea de cómo puede reaccionar un desconocido y lo que, en principio, puede parecer una buena intención puede acabar completamente al revés.
 
No obstante, cada uno es libre de asumir los riesgos que quiera. Faltaría más. Habrá quien pensará que esta actitud es egoísta y, tal vez, sí lo sea pero en la medida en que a mí no me gusta que nadie se meta en mi vida, tampoco voy a hacerlo yo en la de los demás. Quid pro quo.
 
Sin embargo, hay otros muchos casos en que nos podemos encontrar con unas posibilidades de elección semejantes y que, habitualmente, no implican consecuencias tan nefastas. Por ejemplo, ocurre con los límites de velocidad. Es evidente que sabemos para qué sirven. Que los respetemos o no, ya depende del libre arbitrio de cada uno. Por eso, también sabemos si nos duele más o menos pagar una multa o perder algún que otro punto asumiendo, por supuesto, el riesgo de que nos pillen.
 
Así como en el caso anterior, no veo solución posible, en éste, sí aunque, probablemente, pueda parecer algo utópica. Estaremos de acuerdo en que si las velocidades se fijasen en función de si hay obras o no en la vía y de la cantidad de vehículos que circulan en cada momento, es decir, tuviésemos unos límites variables, no tendríamos que correr ningún riesgo cuando no queremos tener complejo de tortuga a ciertas horas del día o de la noche en determinados sitios. Sin embargo, a falta de este sistema, serán las ganas de asumir riesgos de cada uno y lo consciente que sea de lo que se está jugando las que ayudarán a cada uno a elegir si respeta las normas o, al contrario, establece las suyas propias.