A través del espejo

En una época como la nuestra en que la violencia más o menos encubierta está a la orden del día, los jóvenes aprenden de lo que ven, sea o no recomendable.
 
No hace mucho un padre denunció a un hijo porque quería estrangularlo con el cable del ordenador. Fue la respuesta por no dejarle seguir jugando.
 
Antes pensaba que estas situaciones violentas obedecían o al consumo de estupefacientes o a un trastorno mental pero, ahora, parece que también se añade el excesivo uso de videoconsolas y similares.
 
Sea cual sea la causa de estas conductas, lo cierto es que hay personas que por su condición de padres o profesionales -maestros, por ejemplo-, se encuentran ante estas situaciones a las que, sinceramente, no estábamos habituados.
 
Los padres se las tienen que ingeniar para educar a sus hijos lo mejor posible y, en la escuela, que nunca suple la educación que se debería recibir en el hogar, son los profesores quienes tienen que soportarlos. Además, hay otros profesionales que tienen una labor algo más complicada si quieren desempeñar bien su cometido: son los jueces de menores.
 
Emilio Calatayud es un «peculiar» juez, no diré mediático pero sí algo mediático, conocido por dictar sentencias novedosas, condenando, por ejemplo, a «proyectos» de delincuentes a terminar sus estudios.
 
Hace poco lo escuchaba en unas jornadas sobre educación y realmente la sensación que te queda es preguntarte si los menores que pasan por su juzgado son conscientes de que hay alguien que se preocupa por ellos. A saber las historias que hay detrás de cada uno y si bien es cierto que el ambiente familiar influye, tampoco podemos ser tan necios para creer, como quiere convencernos el Gobierno, que el bajo nivel educativo de los jóvenes hoy es culpa de los padres. Habitualmente serán un conjunto de factores los que lleven a la problemática que hoy existe.
 
Lo que me pregunto es si alguno de los menores que pasan por su juzgado aprenderá realmente lo que él intenta inculcarles.