A través del espejo

Hoy es mi cumpleaños y me siento muy agradecida de poder celebrarlo.
Hace una semana fallecía uno de los mejores amigos de mi padre, Clive Crocker.
Como leí en los obituarios que le dedicaron, era un hombre educado, sonriente, culto y siempre dispuesto a una buena conversación. Además, puedo añadir era una persona que no dudaba en coger dos vuelos si hacía falta para ir a Londres y otros dos para volver cargado de comida para mi hermana ya que en aquella época no se podía conseguir comida low-protein más que en UK o Suecia. Tal era su implicación que involucró a su hija mayor cuando ella vivía lo suficientemente cerca de Heathrow como para ir a dejar los paquetes a Iberia para que nos los hiciesen llegar.
A esta infraestructura doméstica, se añadían compañeros de trabajo de mi padre, como Manuel de la Osa, y otros cuyo nombre no recuerdo, como un piloto de Hapag-Lloyd que, además de comida, siempre me traía algún regalito. ¿Ahora sería pensable que esto ocurriese? ¿El trabajo crea vínculos entre las personas que permitan mostrar la bondad de esta forma? Ahí lo dejo, para pensar un poquito.
Nunca es tarde para valorar a todas esas personas que llamamos amigos y que vamos encontrando a lo largo de nuestra vida.
Consciente de que la vida ahora tiene un ritmo mucho más rápido que antes y eso implica menos tiempo para los amigos, me siento muy agradecida de todos los que he ido encontrando en el camino y que días como hoy te recuerdan ni que sea un minuto para escribirte, para llamarte o para mandarte un mensaje. A todos, mi gratitud y si dios quiere, hasta el año que viene.