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A través del espejo

De vuelta a casa:

Posted on abril 11th, 2010 by henrietta
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              – “Acabamos de llegar a Pekín. Fin del viaje”, dijo Harry, intentando despertar a Ben, su incansable compañero, adormilado durante el último trayecto del transiberiano, mientras él contemplaba el paisaje, tan distinto de lo que pudo antes imaginar.

 

              Desde que salieron de Moscú, a –7º, un primero de marzo, pasaron más días de los que supusieron al principio. Ben no pudo reprimir sus ganas de conocer Rusia más a fondo y Harry se resignó. No podía, sin embargo, quejarse. Disfrutaron de lo lindo cruzando las heladas llanuras y a medida que se alejaron del gélido país y se adentraron en China, pudo empezar a escribir sus impresiones sobre aquel viaje.

 

              Ben no tenía un carácter tan tranquilo como Harry. Era inquieto por naturaleza y con una curiosidad siempre pronta a descubrir qué se oculta tras cualquier esquina. Mientras Harry descansaba, Ben correteó incansable buscando conocer la esencia de cada lugar en el que se detenía el tren. Todas las estaciones le parecieron iguales. Sin embargo, cada ciudad le produjo una emoción latente, que Harry se apresuró a plasmar en las páginas de su última crónica, sabiendo que el testimonio de su gran amigo tenía un valor incalculable.

 

              De joven ya Harry logró convertirse en un famoso escritor. Rápido alcanzó la cima y, sin embargo, cuando Ben le propuso un viaje en el Transiberiano, vio la ocasión ideal para escribir algo diferente: su primera crónica de viajes. Tardaron poco en decidirse. Ben necesitó sólo encontrar tiempo; el dinero no era problema. Sus prósperos negocios le permitían todos los caprichos posibles y, sin embargo, nunca parecía tener tiempo para alejarse del mundanal ruido hasta que alguien le habló del Transiberiano, un tren que recorría Siberia, desde Moscú, llegando a Pekín.

 

              Y allí precisamente estaban: en Pekín, camino del buque que los devolvería a casa. Ben necesitaría muchas tardes para explicar todas sus aventuras a sus socios y Harry tendría tiempo en el barco para ordenar sus ideas y acabar de describir los lugares por donde discurrió su viaje, las personas que habían encontrado, la proximidad de aquellas gentes, su hospitalidad y una amabilidad tal que en más de una ocasión tentó a Ben a instalar su baúl en uno de los magníficos hoteles en los que se alojaron y dejar que Harry volviese solo a Inglaterra. 

            

  

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