Malas costumbres:
Posted on noviembre 12th, 2007 by henriettaPosted in Columnas | No Comments »
Habitualmente se critica de los españoles y de los latinos, en general, la falta de puntualidad, que podría entenderse como una manifestación de la ligereza con que nos tomamos nuestros compromisos y, sin embargo, no tiene porque ser realmente así.
Yo creo que esta opinión, que puede ser más o menos cierta, tiene que ver con el refrán que dice que es más fácil ver «la brizna en el ojo ajeno que la viga en el propio». Las estadísticas, que muestran que efectivamente uno de nuestros puntos débiles es éste, indican que la productividad se ve resentida por esta cuestión pero es evidente que no llegamos a los extremos de otros países. Hace un tiempo recuerdo haber escuchado que en un país Latinoamericano, creo que era Perú, se había iniciado una campaña gubernamental para concienciar a la población de que era importante ser puntual. Por lo visto, en aquel país eran habituales retrasos medios de hasta una hora. Aquí no podemos imaginarnos esperar una hora la apertura de un colegio o de una panadería; tampoco creo que sea habitual llegar una hora tarde al trabajo pero sí es cierto que el tiempo que estamos esperando impide que ese mismo tiempo lo dediquemos a otras cosas.
Claro que si comparamos este hábito con lo que es costumbre en los países anglosajones, puede producirse algún que otro malentendido. Entramos aquí en el tema de los modelos culturales que aceptan como normales ciertas conductas que en otros países no lo son y no sólo en el aspecto de los horarios. Una de las cuestiones en las que se incide en las empresas multinacionales es aprender ciertas normas que pueden provocar algún conflicto precisamente por desconocer que en otros países un «no» puede significar realmente un «sí» y es importantísimo tener en cuenta estas diferencias culturales que pueden ser en cierto modo problemáticas si se desconocen.
Volviendo al tema de las impuntualidades creo que no es necesario llegar a obsesionarse, como el conejo de «Alicia en el país de las maravillas» o cierto rey inglés que tenía más de un centenar de relojes en su castillo -media hora adelantados, por cierto- para evitar llegar tarde a las citas, pero sí hay que cuidar éste y otros aspectos para evitar dar una imagen de «pasotismo» y éste es uno de los efectos positivos de la globalización: aprender de otros aquello que pueda ser positivo para todos.