De los despistes:
Posted on octubre 19th, 2008 by henriettaPosted in Columnas | No Comments »
¿Quién no habrá pensado, en alguna ocasión, que ser despistado es un incordio?.
La Rochefoucauld decía, entre otras frases célebres, que: «Todo el mundo se queja de su memoria pero nadie de su inteligencia». Ser despistado no es sólo tener mala memoria. A menudo, es consecuencia de las prisas, de cumplir rutinas como si fuésemos autómatas, sin fijarnos en lo que estamos haciendo, de tener, en definitiva, demasiadas cosas dando vueltas en la cabeza para poder fijar nuestra atención en una sola.
No deja de ser anecdótico que haya épocas en que parece que intentamos batir nuestro propio récord de despistes varios añadiendo otros, en principio, impensables pero que pueden ocurrir. No es sólo revisar que llevemos el móvil, las llaves… para evitar dejarnos lo que necesitamos a diario cuando salimos de casa sino recordar, por ejemplo, porqué nos hemos cambiado el reloj de mano -por algo sería pero a ver quién se acuerda-.
Habitualmente, no es sino una anécdota más para añadir a las que vamos coleccionando a lo largo de la vida. Sin embargo, si nos paramos a pensar seguro que hay muchísimas personas que nunca se han considerado despistadas y que, de repente, un día se dan cuenta que aquello que han criticado de otros, o se han reído, incluso, de que pueda haber alguien tan despistado que no recuerda dónde ha aparcado el coche, por decir algo, les está ocurriendo a ellos mismos. Evidentemente, no es ninguna venganza del destino pero sí sirve para saber cómo se siente quien es despistado a diario.
Otro tipo de despistes, más o menos fortuitos, son aquellos que ocurren por decir cosas que no se deberían decir o hacerlo ante la persona equivocada y todos los «lapsus linguae» que se nos puedan ocurrir. Que esto nos pase a la mayoría de nosotros no tiene ninguna especial repercusión pero si es una persona pública quien dice lo que no debiera decir o a quien no debería explicárselo, entonces, ya puede ser más problemático. Sin embargo, al final, se acaba olvidando…
A lo mejor algún día acabamos pensando que «de despistes también vive el hombre» por aquello de tener un tema fácil del que reírse.