A través del espejo

Si nos paramos a pensar cuál es la mejor manera de conseguir que un niño haga lo que no queremos, nos daremos cuenta que es prohibírselo. Será que aquello oculto, misterioro, secreto o desconocido tiene tanto atractivo que el impulso irrefrenable es hacer lo que se intenta evitar. Sin embargo, esto, que es muy normal que ocurra en el caso de los más pequeños, no lo es tanto si hablamos de adultos.
 
De todos modos, es evidente que hay quienes hacen todo lo contrario a lo que dicen que quieren hacer. Quien dice que no quiere llamar la atención, a menudo, hace todo lo posible para que se fijen en él/ella. Esta actitud la encuentro divertidísima y, de paso, de lo más incoherente.
 
Seguramente no nos faltarán ejemplos que nos permitan constatar que, en ocasiones, no actuamos como realmente queremos o no sabemos hacerlo de la manera adecuada para lograr lo que nos proponemos. ¿Será que, en estos casos, aquello que decimos que queremos no es tan valioso para nosotros? A veces, no es un objetivo lo que perseguimos realmente sino lo que encontramos en el camino.
 
Todas estas reflexiones vienen a raíz de una noticia reciente que, sorprendentemente para mí, ha aparecido en prensa, llamémosle «seria», cuando sólo era digna de una mediocre publicación de prensa rosa o ni eso. ¿Realmente estamos tan necesitados de noticias de este tipo?
 
En fin, no es de extrañar, a menudo, la opinión tan crítica que, según algunas encuestas, tenemos los españoles de nosotros mismos. Y esto no lo dicen sólo las encuestas. Ejemplos no nos faltan. Si nos fijamos en el sistema universitario, por ejemplo, ¿qué explicación podemos encontrar para defender que España elija un itinerario de cuatro años para las licenciaturas y un año de máster cuando los demás países que aplicarán el Plan de Bolonia van a tener carreras de tres año y dos años de máster? Teóricamente, se quiere fomentar la movilidad de los estudiantes pero, en la práctica, seremos tan originales que vamos a obligar a cursar un año más de estudios a los universitarios que quieran realizar un máster en cualquier país adherido al Plan de Bolonia. Es francamente brillante y un claro ejemplo de que decimos que queremos hacer una cosa pero, en la práctica, hacemos otra.