A través del espejo

París bajo la lluvia no es lo mismo que Londres. En Londres puedes pasear tranquilamente y casi ni te mojas. En París, puedes acabar completamente empapado andando una sola manzana. Esto lo pudimos comprobar anoche, cuando ya era casi hoy. En fin, una buena ducha después lo arregla todo y la ropa, ya se secará.

Hoy empieza el día también con aspecto de querer llover pero en fin, hay que pasear. Montmartre espera. Qué bonito! Me encantó, a pesar de tener que subir cinco pisos de escaleras a la salida del metro y luego otras tantas de bajada después de callejear por estrechas y empinadas calles, hasta Sacre Coeur. La vista es impresionante y París parecía darnos una tregua para poder pasear tranquilamente sin la lluvia de la noche anterior. Al final, sólo llovió por la tarde pero antes ya habíamos podido comer en un precioso café en la Rue Rivoli, escuchando a unos estudiantes tocando a Mozart.

Pudimos subir a la terraza de las Galerias Lafayette después de pasear por la Opera Garnier y verla desde las alturas, increíble. Me habría quedado hasta la noche de no ser que había otras cosas que visitar, el jardín de Luxemburgo y su palacio, precioso y Notre-Dame, ahora sí, bajo la lluvia. En fin, algo aprendimos de París, que llueve mucho. Por la noche cenamos en un restaurante francés, bien, bueno, bonito y barato. Antes, habíamos paseado por la Sorbona, la facultad de Derecho… y ya no recuerdo todo, para variar. Al día siguiente tocaba partir.