A través del espejo

La inconstancia la considero un defecto y, sin embargo, la inconstante, en cuanto a publicaciones, ahora soy yo.
Supongo que es lo que tiene la vida: altibajos y ahora estoy en uno de esos períodos bajos, bajos no de ánimo ni de moral… sino de presencia. Más bien, alto en ausencias para verlo desde otro punto de vista.
Ayer fue un día divertido, más que ayer diría el período que transcurrió entre dos tormentas la de anteanoche y la de anoche. A mi que me chifla viajar, incluso un paréntesis de unas pocas horas me sirve de desconexión total y absoluta hasta el regreso, claro.
La realidad se impone, en ocasiones, y digo en ocasiones a la ficción lo que debe significar que vivo más a menudo en un mundo de fantasías. Sin embargo, la salud o la falta de ella te devuelve a la realidad de un porrazo y no sólo la propia sino la de los convivientes, personas cercanas… ¿Qué ocurre cuando das por supuesto que alguien estará contigo años y más años, como una sombra protectora y descubres que no será así? Al menos a medio o corto plazo incluso, hay que cambiar los planteamientos y asumirlo. Será que soy muy fría pero empiezo a verlo así, como algo que ocurrirá en poco tiempo. La transición de ser «útil» a ser una «carga» es sutil pero real.
Entremedio hay momentos divertidos, ajenos a esta aplastante realidad, que me recuerdan por qué un día decidí entrar en una asociación en la que no conocía a nadie y no sabía lo que me podía encontrar y el resultado han sido episodios esporádicos pero de gran plenitud en los que observar y vivir que el carpe diem puede tener las formas más variadas y los protagonistas más inesperados que a cambio de unas risas, donan generosamente su tiempo, sus ganas de empatizar y una inestimable compañía y el lugar es lo de menos, aquí, allí o más lejos. Cualquier excusa es buena para ir acumulando recuerdos… ¡Feliz semana!