Atando cabos:
Posted on noviembre 24th, 2008 by henriettaPosted in Columnas | 1 Comment »
Cuántas veces nos habrá ocurrido que vamos a casa de alguien y vemos algo que no sabemos qué utilidad tiene o simplemente no entendemos porqué una cosa está colocada donde está. La solución pasa por preguntar y, entonces, veremos que todo tiene una explicación de lo más lógico. Sólo ocurre que, de entrada, no disponemos de toda la información necesaria para poder averiguar aquello que no entendemos. Todo queda aclarado cuando podemos ir atando cabos.
Esto mismo ocurre cuando nos explican, por ejemplo, una operación financiera, una resolución judicial o el porqué alguien puede estar más interesado en hundir una empresa que en mantenerla. Normalmente, se reduce a una cuestión filosófica o de prioridad de intereses; no siempre las decisiones se adoptan por razones meramente pragmáticas.
No hace mucho leía una entrevista al Director del IESE en la que explicaba que tradicionalmente en su familia había visto como las empresas tenían una razón de ser más allá de la inmediatez y, por ello, se consideraba valiosa su perdurabilidad. Sin embargo, parece que hoy no es siempre así. Será, como he escuchado en algunas ocasiones, que en puestos de responsabilidad hay personas realmente ineptas, que no alcanzan a ver más allá de sus narices o simplemente que, por una cuestión de intereses, en un momento dado puede ser mejor poner fin a una situación, llamémosla «temporalmente insostenible», que prolongarla en el tiempo.
Sea una u otra la razón, lo cierto es que, atando cabos, podemos ir entendiendo cualquier conclusión a la que pueda llegarse, por arriesgada que parezca. Así, incluso, llegaremos a comprender que en la China maoísta se considerase necesario eliminar físicamente a ciertos intelectuales, despreciando su talento, en aras a mantener una uniformidad filosófica. Distinto de que podamos captar la intención, una vez tenemos todos los datos necesarios, es que lo compartamos. Ahí, ya dependerá de cada uno considerar prioritario el incorporar el talento «aprovechándolo», que no «aprovechándose», que despreciarlo burdamente como parece que también hoy ocurre.
No obstante, para llegar a una conclusión con conocimiento de causa, es necesario disponer de una información que no siempre tenemos y que nos obliga, en ocasiones, a ir dejando cabos sueltos porque simple y llanamente hay decisiones o soluciones que, a priori, no podemos entender. ¿Estará esta falta de información, o acaso de previsión, en la base de todas las crisis, sean éstas personales, históricas…?
En la base de todas las crisis, no sé. En la de todos los prejuicios, seguro que sí.