De nuestros apellidos:
Posted on noviembre 24th, 2007 by henriettaPosted in Columnas | No Comments »
Para quienes tenemos apellidos muy frecuentes es habitual encontrar a personas con las que coincidimos. Ello puede dar lugar a confusiones, que normalmente quedan en una anécdota. Todavía recuerdo que, hace años, cuando fui a pedir mi primera tarjeta de crédito, había una persona que se llamaba exactamente como yo y no fue tan fácil conseguirla a pesar de tener, lógicamente, distinto documento de identidad.
Más frecuentes, sin embargo, que los apellidos propios de los catalanoparlantes son los apellidos que indican filiación en diversos idiomas: acabados en -ez en español o -son o -sen en lenguas anglosajonas. No se si será la razón de evitar emplear estos apellidos impedir que confundan a una persona con otra. Pero lo cierto es que últimamente son bastantes los ejemplos de quienes eluden apellidos tales como Rodríguez o Fernández. Así, el Presidente del Gobierno es Zapatero en la mayoría de titulares o a la electa presidenta de Argentina no suele hacerse referencia como la Sra. Fernández sino de Kirschner. Esta última opción es la única que queda en los países donde, a diferencia de España, se tiene un solo apellido y no dos.
Fuera de los casos, más o menos cómicos, con los que nos podemos encontrar, hay otros que no son, en absoluto, una broma. Puede ocurrir que haya confusiones de antecedentes penales o, por ejemplo, de registros de morosos… En estos supuestos, se suelen provocar molestias que los ciudadanos no tendrían que soportar. Recuerdo el caso de un señor que estaba harto de recibir reclamaciones de deuda que no le correspondían o una señora que acabó yendo a visitar a la persona a quien se dirigía, realmente, la correspondencia que ella recibía ya que tenían idéntico nombre y apellidos aunque viviesen en ciudades bien alejadas. ¿Cómo llegaron a confundirse? debe ser uno de los muchos misterios sin resolver que, a menudo, ocurren.
En fin, que hay que asumir que los humanos no somos perfectos y, por ello, ni el hecho de tener documento de identidad nos libra de este tipo de confusiones. Y si esto ocurre con nosotros, es lógico que, también de vez en cuando, se confundan matrículas de automóviles, motocicletas… Las anécdotas, en estos casos, suelen afectar al bolsillo y no son habitualmente nada simpáticas.