Del perfeccionismo
Posted on junio 2nd, 2008 by henriettaPosted in Columnas | No Comments »
En ocasiones, existen cualidades que llevadas al extremo se convierten en defectos. Un claro ejemplo es el perfeccionismo. Es evidente que la mayoría de las personas obtenemos satisfacción haciendo bien lo que nos proponemos, ya pensemos en trabajo o en cualquier otra faceta de nuestra vida personal. Llegar a un grado de aceptación en todo lo que hacemos es necesario para nuestra propia autoestima. No obstante, el perfeccionismo es diferente de esta intención de gustar, no sólo a nosotros mismos sino a los demás, que deben juzgarnos.
Si de esta tolerancia pasamos a exigirnos un nivel de perfeccionismo exagerado, entonces ya puede convertirse en peligroso para nosotros mismos porque hay que tener en cuenta que la perfección, como tal, no existe. Sin embargo, sí hay quien, en algún momento de su vida y en alguna actividad roza esta anhelada perfección.
Desde el punto de vista profesional, los artistas son quienes más fácilmente pueden alcanzar el nivel de perfección deseable, para los demás, claro. Rara vez para ellos. Será que, en el fondo, cada uno de nosotros es el peor crítico de sí mismo.
Tener esta sensación, tan placentera, de asistir a un acto «absolutamente» perfecto es extraño, por infrecuente, pero no imposible porque hace escasas horas que lo he experimentado.
Siguiendo mi costumbre habitual de decir los pecados pero no el pecador o, en este caso, las virtudes pero no el virtuoso, tengo la sensación de haber estado, por primera vez en mi vida, en una interpretación realmente perfecta. Tal vez, la perfección no sea tan difícilmente alcanzable como pensamos aunque está reservada a unos pocos.
Sin embargo, lo que sí es cierto es que, aun pudiendo alcanzar esta perfección, es absolutamente imposible ser perfecto en todo. Se puede ser un excelente profesional y, al mismo tiempo, un auténtico desastre como persona o, al revés, ser una maravillosa esposa, madre, amiga y una verdadera calamidad en otros ámbitos. En el fondo, deberíamos limitarnos a hacer todo de la mejor forma posible sin preocuparnos por ser perfectos sino, simplemente, por agradarnos a nosotros mismos y a los demás.