A través del espejo

Era sábado por la mañana. Un día gris amanecía. Miré a Steve dormido en su camita y se me iluminaron los ojos pensando, ¡cómo no!, en el círculo del tiempo. Sería una agradable sorpresa para él despertarle con otra aventura del Diario de Madeline. No lopensé dos veces; cogí el libro de mi mesa y me acurruqué junto a la cama de Steve. “Todo aparecía cubierto de agua…”, empecé a leer. “Sólo a lo lejos se veía una casa que no era realmente tal sino ¡un barco! Parejas de animales salían ininterrumpidamente por una estrecha pasarela, bajo un cielo aún nublado, que, sin embargo, no amenazaba más lluvia.” Steve abrió sus ojitos, aún tapadito en su cama. Pareció adivinar qué estaba haciendo. Se incorporó rápidamente y me miró sonriente apuntando con su dedito al Diario. Yo continué: “Una pareja de ovejas descendía, seguida por una pareja de cerditos, una de perros, un gallo y una gallina, una rana, un sapo, dos rinocerontes y dos jirafas. No conseguía ver más allá de un arco iris a lo lejos pero era indudable que estaba ante el Arca de Noe u otra leyenda semejante.” Esto me sirvió como excusa perfecta para explicarle a qué obedecía la historia del Arca de Noe. Años más tarde, Steve dibujaría estas mismas imágenes, que se debieron formar en su mente, para sorpresa mía y de todos quienes contemplaron su primera exposición, llena de recuerdos inexplicables, producto del círculo del tiempo, que ni con la mejor de las intenciones podíamos explicar y que todos creían fruto de una portentosa imaginación.