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A través del espejo

En la Acrópolis de Atenas (revisado):

Posted on diciembre 19th, 2011 by henrietta
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Steve y yo estábamos tumbados en el suelo del jardín, dispuestos a divertirnos un rato con las aventuras de Madeline. “El cielo azul parecía oler a polvo”, empezaba diciendo Madeline. Steve se levantó y abrió la boca, asombrado: ¿a polvo? ¿Cómo puede oler el cielo a polvo?, me preguntó. Yo me reí y le conteste: ya sabes que mami era muy sutil. Steve pareció conformarse con la respuesta y seguí leyendo: “Estaba, sin duda, en Grecia, junto a lo que parecía ser la Acrópolis de Atenas, seguramente la más bella del mundo antiguo. La Acrópolis era la parte alta de la ciudad, donde estaban los santuarios de las divinidades y refugio de los habitantes de la ciudad en caso de ser atacados por los enemigos Steve apuntaba con su dedito a las majestuosas cariátides, que Madeline había esbozado en su Diario. “Empecé a pasear por entre los edificios: los propileos. A lo lejos, el erecteón, el partenón, el teatro… Parecía que estaba sola. Me senté mirando la estatua de Atenea, diosa de la sabiduría y la inteligencia, protectora de la ciudad. Sin embargo, de repente, me di cuenta que alguien se acercaba. Era un hombre de mediana estatura, con barba castaña y una larga túnica blanca que le llegaba hasta los pies. Andaba lentamente y posiblemente descalzo, con un pergamino enrollado bajo el brazo. A lo lejos se veían restos de lo que seguramente habían sido hermosos templos como los que teníamos cerca. ¿Serían las ruinas que habían dejado las guerras médicas? El hombrecito se detuvo junto a la estatua de Atenea, hecha de oro y marfil. Por suerte, no podía verme. Miraba atentamente el pergamino de aquel hombre al que tenía tan cerca que casi podría haberlo tocado. ¡Era Fidias! No, no lo había reconocido. De hecho, no tenía la más mínima idea del aspecto que tenía. Sin embargo, los dibujos de los elegantes y exquisitos bajorrelieves y las esculturas, que se veían sobre el pergamino, no dejaban duda alguna. Estábamos pues en el siglo V antes de Cristo.” Steve repitió “Fidias”. Parecía disfrutar con los relatos de Madeline tanto como habría disfrutado cualquier adulto. Bueno, cualquier adulto que pudiese creer que lo que había encontrado era real y no fruto de una mente enferma. Este relato me sirvió de excusa perfecta para hablarle a Steve de la historia de Grecia. Parecía divertirse realmente con este tipo de historias.

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