Finales trágicos:
Posted on diciembre 2nd, 2007 by henriettaPosted in Columnas | No Comments »
El suicidio tiene connotaciones muy diferentes si lo pensamos desde el punto
de vista de la cultura japonesa, por ejemplo, y de nuestra mentalidad
occidental.
En occidente, estamos acostumbrados a valorar la vida de una manera
incompatible con la visión que se tiene en otros países. Aquí se asume que
el suicidio es un acto, de entrada, egoísta, de no saberse enfrentar a las
mil y una peripecias que la vida tiene escondidas. En Japón, sin embargo,
acostumbrados a un nivel de exigencia desmesurado, el suicidio no es sino
una forma de poner fin a la existencia humana, más o menos digno en función
del medio que se utiliza para ello.
Estos días he estado leyendo un libro de un autor, Yasunari Kawabata, premio
Nobel de Literatura en 1968, que, por alguna razón, debió decidir que,
después de ganar un premio Nobel, pocas cosas buenas le podrían ocurrir en
la vida y lo mejor que podía hacer era suicidarse. Lástima porque seguro que
le quedó mucho por escribir. Tal vez, para él, no había llegado al grado de
excelencia esperable y no merecía seguir entre los vivos. En fin, nadie
puede elegir por otro de modo que la única opción posible es respetar el
destino que cada uno quiere para sí.
Lo que sí esta claro es que por la cabeza de quienes deciden suicidarse
pasan sentimientos de soledad, de inadecuación… Cuando alguien que ha
intentado, o que acaba suicidándose, habla sobre el tema, suele mencionar
esta sensación de vacío, de soledad, aun estando con otras personas, que ni
saben ni pueden entender.
Si creyese en la casualidad, diría que, por casualidad, varias personas me
han explicado este tipo de experiencias pero como las casualidades no
existen, por alguna razón, varias personas me han contado una pequeña parte
de lo que pasaba por su mente cuando se plantearon el suicidio. Algunos lo
consiguen; otros tienen que vivir sabiendo que una, dos o más veces han
intentado acabar con su vida sin éxito. Dudo que, en todos los casos, las
circunstancias existenciales de estas personas hayan cambiado, lo que sí
será distinto será su modo de enfrentarse a la vida pero es evidente que no
tiene que ser agradable vivir pensando que, en algún momento, has querido
acabar contigo mismo.
Sin embargo, los trágicos finales no siempre los elegimos nosotros. Sólo
ocurren. Hay quien aprende a vivir su soledad y su inadecuación sin tanto
dramatismo. ¿En el futuro? Dios dirá.