Fundación Folch
Posted on febrero 26th, 2008 by henriettaPosted in Columnas | No Comments »
En la vida, hay oportunidades que deben disfrutarse cuando se tienen porque rara vez se repiten.
En una de estas ocasiones, he podido visitar una colección privada de arte que, sinceramente, da mucho que pensar. España no es una país donde los coleccionistas de arte tengan ningún tipo de facilidad y eso obliga, a veces, a sacarlas del país, que es probablemente lo que ocurra con esta colección, que reúne unas seis mil piezas de arte de Asia, África y Oceanía, de las que sólo unas dos mil están en exposición. Realmente viendo este tipo de obras es fácil trasladarse en el tiempo al lugar y al momento en que se encontraban con relativa facilidad estas piezas.
Considero encomiable el espíritu que lleva a algunas personas a reunir pieza tras pieza una muestra tan amplia de escultura, orfebrería e, incluso, instrumentos musicales de India, Tailandia, Indonesia, Australia, muestras de arte aborigen de los pueblos que habitaban numerosas islas del Índico, incluso arte precolombino y la estrella: el arte fang. Además, es realmente destacable la vertiente emocional que vincula al coleccionista con cada una de estas piezas a las que acaba dedicando buena parte de su vida.
Es también impactante la biblioteca que se recoge en la misma colección, destino de muchos estudiosos de la materia que difícilmente pueden encontrar un mejor lugar para documentarse.
Sin embargo, la parte negativa es que el arte no sólo es una agradable inversión para quien tiene la suficiente sensibilidad para apreciarlo sino que también es un atractivo para ladrones especializados que encuentran en estas colecciones un negocio suculento lo que obliga a algunos coleccionsitas a la reflexión y nos impide a los demás disfrutar de tales maravillas.