Juntos pero separados:
Posted on enero 10th, 2008 by henriettaPosted in Columnas | No Comments »
Entre los cambios que ha venido experimentando nuestra sociedad en estos últimos años, hay uno muy llamativo y es el que afecta a la vida en pareja.
Si hasta no hace mucho lo habitual era que un hombre y una mujer se casasen y pasaran la mayor parte de su vida juntos, hoy ya no es esto lo más frecuente. Sigue habiendo, evidentemente, parejas de este tipo, que dentro de unos años serán más o menos excepcionales, y que son ejemplo de compromiso y de un saber andar juntos por la vida que para muchos de nosotros sería deseable.
En estos últimos tiempos, además de un aumento espectacular de los divorcios y de aquellas parejas que deciden convivir juntas pero sin contraer ningún vínculo legal, se está haciendo más habitual la existencia de personas que establecen relaciones más o menos esporádicas en las que sí hay exclusividad -o no- pero no existe convivencia. En algunos casos, son personas que, por razones laborales, no pueden vivir en un mismo lugar geográfico; en otros, personas con algún fracaso emocional a sus espaldas que deciden excluir la convivencia como medio de evitar conflictos y, así, compartir con su eventual pareja únicamente los buenos momentos. Nos guste o no esta realidad, es la que es y a saber cómo irá evolucionando esta situación porque lo que está claro es que el matrimonio, entendido como unidad de convivencia básica y que había perdurado siglos inmutable, lo estamos destruyendo.
Para quienes hemos crecido en el seno de una familia tradicional, estas nuevas fórmulas de relación no dejan de ser una curiosidad aunque, en el fondo, al menos en mi caso, interpretación positiva le veo poca. Negativa sí: el egoismo humano es tal que no somos capaces ya ni de ceder a los deseos de una pareja. Sin embargo, para otros, este tipo de relaciones sirve, al menos, para mantener la autoestima en forma.
Como siempre «sobre gustos no hay nada escrito» y todo el mundo es libre, si encuentra quien comparte sus intenciones, de organizar su vida como quiere y puede y quién sabe si dentro de unos decenios este tipo de convivencia se ha convertido en el modo habitual y un concepto que se llamaba «matrimonio» acaba sonando a una figura pretérita que se estudia en los libros de historia.