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A través del espejo

La Ley de Murphy

Posted on abril 6th, 2009 by henrietta
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Ayer fui al cine a ver «Una pareja de tres». No la recomiendo, salvo por el eterno mensaje de que el mejor amigo del hombre es siempre uno más de la familia. Sin embargo, me entró una terrible nostalgia de mi época de columnista.

He aquí mi primera columna del retorno.

No conocí a Murphy y tampoco me habría gustado -demasiado cenizo para tenerlo como amigo- pero es evidente que dio en el clavo con su dichosa ley de que todo ocurre en el momento más inoportuno. Esta noche, sin ir más lejos, estaba soñando. No recuerdo qué ni quién salía en mi sueño pero sí sé que lo estaba pasando bien y, de repente, saltan las alarmas en la casa. Adiós a mi sueño…

Por alguna razón, que no alcanzo a comprender, cuando sueño algo agradable, un hecho lo interrumpe y, a partir de aquí, rara vez puedo explicar mis sueños porque no los recuerdo. ¿Será por este motivo que hay quien dice que no sueña nunca?

Que la primavera la sangre altera lo hemos comprobado todos, igual que septiembre es el mes por excelencia en que empiezan los bajones emocionales, salvo para aquellos que son prudentes y se trasladan a países como Perú, donde no se produce el mismo fenómeno de bajas presiones mediterráneas, que no puedo explicar porque simplemente no recuerdo.

En primavera supongo que habría que trasladarse a un país donde empiece el otoño para evitar que la sangre corra desbordada por nuestras venas. Sin embargo, como parece que este fenómeno no tiene nada de malo, no creo que muchos lo hagan. De hecho, ¿qué puede tener de malo que nuestras emociones nos desborden? siempre que no levantemos el férreo control que la razón impone sobre ellas. Simple y llanamente, nada. Sentir es sano; es la constatación de que somos humanos y, por tanto, sensibles. 

Sin embargo, incluso en primavera, parece que los romanticismos sólo se pueden vivir entre las páginas de un libro o en las imágenes de una película. La vida cotidiana nos depara hechos menos significantes: como una alarma, que interrumpe nuestro sueño y nos lleva a recordar siempre a un Murphy, sempiterno.

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