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¿Por qué me cuentas bellas historias de amor si no me quieres?: (versión revisada)

Posted on mayo 8th, 2010 by henrietta
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              – ¿Por qué me cuentas bellas historias de amor si no me quieres?

 

              – ¿Puedes repetir lo que creo que he oído?

 

              – ¿Por qué me cuentas bellas historias de amor si no me quieres?

 

              – ¿Por qué te cuento historias de amor si no te quiero?

 

              Por si no es suficientemente malo despertar el último día de vacaciones sólo me falta que Pixie esté averiado.

 

              Pixie es mi robot doméstico y, actualmente, mi única compañía. Sólo le puse una condición al vendedor de robots: quiero un robot sensible, que sepa recitar poesía.

 

              Hasta hoy Pixie ha sido lo más parecido a una biblioteca con forma de robot que he visto en mi vida. Es evidente que el vendedor no me engañó. Es, incluso, mejor de lo que podría haber imaginado jamás.

 

              Es más agradable despertarse escuchando un bello poema que las desagradables noticias matutinas. Pero no es ésta la única función de Pixie. Además de ser un auténtico manitas en el hogar, cocina de maravilla, tiene temas de conversación de lo más variado y, menos tener figura humana, diría que es lo más parecido a un Don Juan.

 

              Sin embargo, algo parece haber disgustado a Pixie últimamente. Está más callado, parece más lento en sus movimientos, ya no me divierte con su picante sentido del humor, parece pensar en algo que está muy lejos, perdido entre recuerdos…

 

              – ¿Qué te ocurre, Pixie?, le pregunto.

 

              – Crees que porque soy un robot no tengo sentimientos. Querías un robot sensible y lo soy pero no pareces darte cuenta. Sólo soy un montón de hojalata para ti. Creo que ha llegado el momento de que me devuelvas a la fábrica de robots, me dice Pixie.

 

              No se qué decir. Pixie llegó sin manual de instrucciones. El vendedor no me advirtió que podía llegar a humanizarse.

 

              Una pregunta empieza a dar vueltas en mi cabeza. ¿Me está diciendo Pixie que soy demasiado fría? ¿Un robot me considera un témpano de hielo? ¿Cómo puede no ser fría una persona que se queda sola, como un vestido colgado en una tienda? No es que no haya conocido por el camino a hombres interesantes pero me he quedado como un vestido al que todos admiran pero nadie compra, viendo como pasa el tiempo, año tras año… para acabar escuchando a un robot decirme que soy fría.

 

              Me siento sin palabras. ¿Qué le puedo responder? ¿Puede un robot dejar de serlo y sentir como un humano? Realmente éste es un buen momento para llamar al vendedor.

 

              Sin haber todavía desayunado y con Pixie mirándome desde un rincón, llamo a la fábrica de robots: “Ha llamado usted a R. & B. Robótica. Entre el 15 y el 31 de agosto estamos de vacaciones. Si tiene alguna emergencia con su robot doméstico, recuerde que siempre puede clickar en el botón “off”.

 

              – Vaya sorpresa, ¡cómo no!, todavía están de vacaciones. Tendré que calmar a Pixie yo sola. ¿Ponerle en off? Uy, no, no se me ocurriría. Fue lo único que me advirtió el vendedor. Si alguna vez que había que ponerlo en off, no podían garantizarme que volviese a ser el mismo robot nunca más. Habíamos compartido tanto tiempo, ¿cómo podía desprogramarlo con un solo clic? No, simplemente no puedo hacerlo. Pero ¿quién se iba a creer que mi robot doméstico acababa de enamorarse de mí?.

 

              Pixie seguía mirándome como si tampoco supiese qué hacer.

 

              – No hay nadie en la fábrica de robots hasta mañana, Pixie.

 

              De repente, una enorme lágrima empezó a resbalar por encima del acero inoxidable que lo envolvía. Nunca lo había visto llorar. Habíamos reído a carcajadas tantas veces que no había pensado que también podía llorar. Me quedé sin saber qué hacer. Pixie se volvió lentamente, se encerró en su habitación y no lo volví a ver el resto del día. Qué forma tan extraña de pasar mi último día de vacaciones, sin Pixie… 

 

              “Flores caducas./ Me siento envejecer./ Cerca, el fin.”

 

              De no haber visto la máscara de payaso que cubría el rostro de Pixie, habría pensado que seguía como ayer. Mejor no preguntar y disfrutar de mis tostadas y mi café recién hecho.

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