Precisiones idiomáticas:
Posted on enero 5th, 2008 by henriettaPosted in Columnas | No Comments »
Para quienes somos muy observadores, resulta fácil darnos cuenta de que existen muchas sutilezas que tenemos que respetar si queremos hablar y escribir bien en cualquier idioma.
Hablar bien es muy fácil si prestamos atención. Simplemente hay que atender a las diferencias, en ocasiones, muy sutiles que hay en uno y otro idioma. Algunos tienen múltiples términos para un concepto que es único en nuestro idioma o al revés. No voy a poner ejemplos; cada uno puede pensar los que considere mejores.
A la hora de escribir, sin embargo, ya es más complejo, desde mi punto de vista. No voy a criticar, lógicamente, la cantidad de faltas de ortografía que algunas personas cometen, que son aberrantes, pero, en fin, cada uno es libre de elegir su grado de perfeccionismo. Ver más o menos faltas cuando leemos cualquier escrito de otra persona nos puede decir cosas sobre ella misma pero no creo que tampoco nos interese demasiado. Realmente es cuando estamos en un sitio público y vemos alguna de estas barbaridades que, de vez en cuando, se escriben cuando nos damos cuenta de la mala impresión que da. Hace poco vi en un museo escrita la palabra «aghua». ¿Qué idioma debía hablar la persona que escribió esto? no tengo la menor idea pero es más que sorprendente la dicha palabrita. Al menos, no se le ocurrió poner una «h» al principio.
Podemos pensar muchísimos ejemplos de términos en los que es fácil dudar y, consiguientemente, equivocarse y la fórmula mágica, para mí, es la lectura que agudiza la memoria visual y permite evitar cometer este tipo de faltas que, cuando yo era pequeña, llamábamos «garrafales».
Internet tampoco se libra de estos errores. En una web, alguien escribió la palabra «finguer». A mí, me da la impresión que quien lo hizo no debía saber inglés. En este caso, es mejor evitar escribir este tipo de términos y, aunque no quede «bonito» sustituirlo por el equivalente en español porque dudo que alguien se equivoque escribiendo «dedo».
Sin embargo, como nadie es perfecto, lógicamente estas equivocaciones son perdonables. Además, a veces, la culpa es de la mecanografía y no de quien escribe. Pero siendo honestos, éstas son las menos.