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A través del espejo

¿Quién es el traidor?:

Posted on febrero 27th, 2010 by henrietta
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              Nunca sabes qué se puede ocultar detrás de una mirada…

 

              Recuerdo el primer día como si fuese ayer. Sería bueno saber olvidar pero ése es un privilegio al alcance de unos pocos.

 

              Vienen después otros encuentros, otras miradas, nada casual. Desapareció aquella expresión dura, tan poco amistosa. Ahora sólo queda dulzura donde antes había rencor.

 

              Fueron tiempos de llamadas, sonrisas, encuentros, carcajadas, tiernos abrazos, ilusiones que se esfumaron, de repente. Besos que dieron paso al estupor. Cafés amargos derramados sobre las hojas de un periódico…

 

              Dicen que del amor al odio sólo hay un paso y será cierto porque de uno a otro puedes llegar en un instante, con una imagen, una mera información que llega a los oídos más inapropiados, en el momento menos oportuno, de la forma más triste que podamos imaginar.

 

              El amor escasea; parece reservado a unos elegidos que encontraron, en su camino, a quien les hace pensar que la vida es mejor en compañía.

 

              Sin embargo, a veces, parece que está ahí, al alcance de la mano… tan cerca que hasta creemos que nos ha tocado, por fin, vivirlo.

 

              No obstante, el destino es caprichoso y ¿por qué no? una vez más se había cruzado en mi camino.

 

              “¿Cómo cambiar del amor al odio en un instante?” Podría ser un buen título para un libro.

 

              El camino es tan fácil como descubrir qué motivo hay detrás de  tanto secretismo, fines de semana de desapariciones… Nadie vive sólo de lunes a viernes y, acaso algún sábado fugitivo, de casualidad.

 

              Alguna explicación, que el corazón nos oculta cuando no nos quiere dejar ver, tiene que haber y, efectivamente, la hay.

 

              Descubierto el motivo de todo, de los silencios, de una aparente timidez… No se puede jugar a ser quien no eres: ¿el traidor o el traicionado?; tarde o temprano, todo se acaba por descubrir. Fingir no es la mejor de las maneras para ser feliz. Al corazón no se le engaña ni a la razón… Los hechos acaban dejando al descubierto que nadie puede fabricar amor donde no lo hay. Nadie puede pensar que brillará la luz entre tanta oscuridad ni imaginar que una conveniencia pueda llegar a ser ni a parecer el amor de toda una vida.

 

              El que no se atreve a romper una convención y prefiere vivir entre ficciones, más tarde o más temprano, acabará encontrándose con las consecuencias de lo único que queda después: la venganza.

 

              Cierto que las mujeres podemos ser taimadas pero probablemente no más que los hombres y me atrevería a decir que no siempre tiene que haber un porqué pero a menudo sí.

 

              Nuestros sentimientos, tan fluctuantes, pueden ponernos delante la traición como el único modo de conservar la dignidad herida.

 

              La mejor traición puede, incluso, llegar de la forma más “inocente” si ésta puede realmente serlo. Lástima que haya que implicar a otras personas para vengarse de quien, sin piedad, ha sabido durante tanto tiempo sólo fingir, traicionándose a sí y a sus propios sentimientos.

 

              “Nunca habría llegado hasta donde llegué de haber sabido que no eras un hombre libre”. ¿Qué pueden significar estas palabras leídas por la esposa de un Don Juan? Mejor no tenerlo que saber, ¿verdad?

 

              Pero es probable poder calcular el impacto, la reacción, lo que viene después… pequeña es la venganza cuando ha habido, de por medio, dolor pero la satisfacción, sinceramente, es grande. Consiste en herir a quien te ha herido, en burlarte de quien antes lo ha hecho contigo. ¿Quién ha sido aquí el traidor? Al final, ya ni lo sabes ni te interesa. Sólo importa una cosa: la venganza…

 

              La expresión no deja duda alguna acerca del dulce sabor que la venganza deja en los labios, una especie de miel, brillante, como iluminada por un rayo de sol, que colma de sentido tanto tiempo perdido.

 

              Tanto tiempo esperando para conocer, de primera mano, los efectos de la traición. Finalmente llega la oportunidad de ver a la serpiente arrastrándose para seguir viviendo una apariencia, convencido de que tener un amante no ha dado el fruto que debería dar.

 

              Tantos años han pasado y, sin embargo, es impensable no recordar la agradable caricia del aire de triunfo, que se respira, viendo al galán intentando compensar a su dama de tan desagradable malestar.

 

              Hay que ser muy ingenioso para mostrar el engaño como un malentendido, como la nada, como si entre lo que hubo y lo que ha habido no hubiese mediado ninguna relación, como si una persona no hubiese pasado por tu vida, como… ¿Quién sabe cómo?, ¿cómo el traidor o el traicionado?

 

              ¡Qué agradable es la traición! Cuando la provocas, no cuando la sufres, cuando vives el enredo, el juego de una manera imparcial, como una mera espectadora que pasaba por allí, ajena a la rabia, al rencor, al odio, llamémosle por su nombre, que siente quien ha provocado con su actitud toda esta comedia. Un simple bufón, traicionado, como no podía ser de otro modo. ¿Acaso piensan todos los hombres que una mujer no se sabrá vengar y acabará como Gisela, muriendo de desamor? ¿No saben que la venganza es la mejor recompensa posible?

 

              Dulce y sincero recuerdo el de una traición, bien distinto el de ser traicionado… aunque, al final, el traidor es traicionado y ya no sabes quién puede disfrutarlo más: ¿el traidor que traiciona o el traidor traicionado viendo que es capaz de darle la vuelta a la traición como si nada hubiese pasado?.

 

              Al fin, sólo queda una cosa: el odio. Esa primera mirada… Por si quedaba alguna duda, era odio lo que reflejaba, premonitorio de lo que llegaría a ser. Nunca una historia de amor sino de odios hasta el final.

 

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